Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuan buena y hermosa es la vida. Vivid, pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar! "
Blogesfera
miércoles, 18 de agosto de 2010
S.
Tus ojos verdes penetran en cada parte de mi piel.
Tu fragancia seca me envuelve para recordarte.
Tus manos arden en mi cintura y tiemblo sin cesar,
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